miércoles, 4 de junio de 2014

Sociedad del entretenimiento

Os propongo un juego

Imaginemos una sociedad donde la única meta sea lo agradable, lo ameno, lo divertido. Donde los valores absolutos de lo espiritual ya no tengan ninguna validez.
A falta de absolutos, el primer resultado es la subjetividad total. Sólo existe mi ser individual, todo el mundo a mi alrededor gira en torno mío; de lo que yo pienso, de lo que yo siento, de lo que yo soy, ya que no puede haber nada más importante que mi ego.

La actitud que se deriva de la anterior es la que dice "¡Esta es mi opinión! Debes respetar mis sentimientos, ¡así es como soy yo!" no deja espacio para la crítica, como si de un ser perfecto se tratara.

En el marco del pensamiento de la subjetividad total, privado de cualquier identidad espiritual, la identidad se convierte en material.

Estamos viviendo el sueño de un megalómano (Paprika)

Debemos tener ese coche porque constituye lo que somos, debemos tener ese reloj porque es la expresión de lo que somos, y lo mismo pasa con la ropa, las vacaciones, las casas, etcétera.
Podemos comprar nuestra identidad, pues la identidad se expresa esencialmente en lo que tenemos, como la vida del intelecto ya no resulta relevante (Pues la televisión nos ha hecho creer que somos genios cultos, modernos, revolucionarios y que estamos a la vanguardia sin el menor esfuerzo intelectual) la meta principal se convierte en sentirse bien. Y en el preciso instante en que no nos sentimos bien necesitamos que alguien nos analice, nos componga y nos repare. Nos haga sentirnos bien de nuevo. En una visión del mundo que busca lo agradable no hay valores intrínsecos. Todo debe ser instrumental.
Todo debe ser útil.

No es sorprendente ver que el arte aún importa, pero sólo en tanto a propiedad, en tanto a inversión inteligente. Como mucho en tanto a entretenimiento.
Y claro que tenemos amigos, mientras nos resulten útiles.

En la sociedad utilitaria de una cultura con una profunda y terrible fobia al aburrimiento, la economía domina la vida en medida que es mesurable, y el dinero es rey en medida que la mercancía por excelencia se ha convertido en la finalidad principal por sí sola.
Con dinero podemos comprar nuestra identidad, con dinero podemos comprar la felicidad. Y cuánta más felicidad estemos dispuestos a pagar, cuanto más dinero ganemos, más felicidad vamos a obtener.

¿Hasta cuándo te vas a creer su mentira? (1984)

Si ya no tenemos tiempo es porque el sentido de la eternidad se ha esfumado, todo tiene que ser hecho, vivido, experimentado y disfrutado AHORA.
Así adquirimos un terrible miedo a la muerte, y empieza el culto a la juventud. Da igual lo viejo que seas mientras tengas la apariencia de un chaval.

También existe un profundo terror hacia el silencio, hay ruido, mucho ruido. En todas partes. Adicción al parloteo y a los juegos banales. La búsqueda de gratificación inmediata nunca cesa, y cuando una actividad deja de proporcionarnos la gratificación que tan desesperadamente buscamos, canviamos de actividad.

Somos libres para entretenernos como nos dé la gana.
(Mientras no sea ilegal)


En pocas palabras, la sociedad del entretenimiento lo reduce todo a la superficialidad. No hace falta reflexionar,

La verdad se reduce a los hechos
El amor y la religión a la gratificación instantánea
El conocimiento a información
El mundo entero a mi ego
La eternidad a un instante.

Nadie parece darse cuenta de que nos estamos entreteniendo de nuestra vida. Estamos matando el tiempo, mientras una porción de nuestra existencia muere con él. Y es tiempo que nunca va a volver.



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