viernes, 28 de febrero de 2014

¿De dónde he salido?

Allí donde no había nada, se juntaron diminutas y variadas partículas, siguiendo una coordinación y eficiencia inexplicables, esas partículas crearon algo precioso, probablemente la cosa más valiosa que el ser humano posea a día de hoy. A partir de ese momento, diminutas (desde nuestro narcisista punto de vista) obras de arte empezaron la lucha por la supervivencia, asegurando su descendencia perduraban la existencia de su prole. Su eficiencia en mantenerse vivos fue tal que sus descendientes (o los que conseguían sobrevivir) se adaptaran cada vez mejor al desolador entorno.
Siguiendo esa rutina de adaptación, llegamos a un punto donde un ser estructurado a base de miles de millones de unidades de vida que se organizan para crear un simio con desarrollados órganos que le permiten diferenciar las frecuencias con las que le llega la luz, con sistemas auditivos que captan las ondas sónicas, sensores por toda la superficie que detectan la temperatura y la presión, con un duro esqueleto de piedra con cientos de puntos de articulación, entre otros muchos artilugios que le permitan una óptima supervivencia tiene un conjunto de estímulos externos que le hacen reflexionar hasta sentir un cosquilleo a lo que este consciente ser considera "Alma". Es una rutina cojonuda. Hay que reconocerlo.
O eso me han contado.
El más especial de estos artilugios se sitúa en la zona más peluda del simio, esa herramienta de recoger datos y procesarlos ha convertido al simio en lo que es ahora, un cosmopolita (también conocido como consumidor)
También le ha permitido disfrutar de innumerables placeres, la creación artística es algo muy valioso (aunque debo reconocer que mi posición repecto al arte está influenciada (quizás por mi propio escaso talento artístico, o una falta de criterio propio con lo que juzgar algo tan delicado como el arte, y la vida en general) por Nietzsche).
El lenguaje (otro fantástico invento) nos permite comunicarnos (entre simios) con una precisión increíble, tal es su precisión que según algunos filósofos (Wittgenstein, si a alguien le interesa) sólo existe para nosotros aquello que podemos nombrar, aunque otros (en este caso ya estoy citando a ciegas) afirman que las cosas mueren al ponerles un nombre, ya que este concepto establecido substituye al objeto en sí. Pero me estoy desviando del tema, yo he venido aquí a presentarme.
Es obvio que soy un simio, pero mi corona es algo muy subjetivo, mis hermanos monos no me dieron razones para creer que se la merecían más que yo, así que yo mismo me la puse, puede que no la merezca, tampoco me importa.


No estoy seguro de tener nada que decir, pero escribir me ayuda a ordenar mis pensamientos. Estoy algo revolucionado últimamente, nunca he llevado bien los cambios. Pero algo me dice que mis cambios son hacia mejor. Eso espero.


                         En un kimono de plomo y desde la capa de ozono, besitos del Rey Mono.