domingo, 6 de julio de 2014

Respuestas

¿Es sabio aquél que tiene respuestas para todo?

Hace tiempo habría dicho que más o menos, que tener la capacidad de responder a cualquier pregunta es una habilidad buenísima.
Pero ahora digo que es mejor aprender a callar.
Pues cuando lo que dices es una tontería tras otra hay que saber dejarlo
Una mezcla entre tópicos, creencias inducidas y razonamientos poco válidos, en eso se basaba mi discurso de sabelotodo.
Y sigue siendo ese tipo de discurso, y cada palabra que digo me duele, me duele saber que estoy equivocado, y me duele aún más no saber cómo dejar de estarlo.
Y también me duele callar.

Posiblemente la solución esté implícita en las preguntas, en tomarse la vida como un exámen del que nunca sabré la nota. Y quiero dejar de copiar, pero me temo no ser suficientemente original como para hacerlo.
¿Pero hasta qué punto podré contestar a preguntas con otras preguntas sin enloquecer?
¿Hasta qué momento podré sobrevivir aquí sin enloquecer?
¿Será que ya he enloquecido?
¿Podré sobrevivir, estando loco?

Darme cuenta de mi mediocricidad ha sido una de las experiencias más duras de mi vida.
Puede que algún día pueda dejar de ser uno más entre la multitud asustada, que se niega a ver la realidad por miedo a que esta sea demasiado cruda, que se niega a enemistarse con aquello que odia por miedo a que le dañen, que se niega a apostar por miedo a perderlo todo.
Yo aposté, en un torpe juego de seducción. Lo aposté todo mientras enseñaba mis cartas, que no eran demasiado buenas. Y fallé. No me arrepiento de eso, ha sido una experiencia más que didáctica. Me arrepiento de no haber tenido los huevos de pedir una revancha. Me arrepiento de invitarte a jugar un juego al que no sabía jugar, y al que no estaba preparado para jugar.
Me jode recordar, pero sigo pensando en tí más de lo que debería, más de lo que resulta sano.

Yo y mi obsesión por simplificar las cosas, ocultando detalles no hago más que hacer más rudimentaria la vida, quizás más fácil. Pero mi pequeño universo donde yo tenía el control de todo se ha desmoronado por completo, y ahora ni siquiera puedo instaurar el control en mi cabeza.

Mentiría si dijera que no he pensado en dejar esta mierda y volver a ser como antes, pero hace ya tiempo que crucé el punto de no-retorno, ahora solo me queda avanzar, evolucionar como persona, puede que como autor o como artista, puede que como depresivo crónico que cuenta sus típicas miserias.

Es eso, o quedarme quieto. Y ahogarme.

El mundo es un chiste que para mí ya no tiene gracia, pero soy demasiado orgulloso como para llorar.

Demasiado cobarde como para luchar.

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