domingo, 2 de marzo de 2014

¿De dónde he salido? (II)

Tiempo atrás, un pequeño mono salió de una ostra marina en busca de aventuras. Pese a las comodidades que había perdido al abandonar la vida subacuática, nuestro amigo se acostumbró a la vida en el desierto, aprendió los rituales que sus camaradas hacían; rituales estúpidos, palabras que no dicen nada, miradas que hablan por sí solas, silencios incómodos, sonrisas de hipocresía y sobretodo indiferencia. Tanto fue lo que el pequeño mono tuvo que aprender que olvidó su querido refugio submarino, y Babilonia se convirtió en su nuevo hogar.


En Babilón todas las puertas están abiertas para el que tiene los bolsillos llenos, todas las caras tienen una sonrisa si las monedas suenan, pero el pequeño mono no quiere saber nada de monedas, pues él cree en las sonrisas de verdad. Todo en el desierto parece de plástico si no lo miras con buenos ojos, la presión es insoportable y los ojos de los buitres se sienten clavados en la nuca como el gélido aliento de un depredador, que espera sin prisa que su presa decida detenerse a descansar.


El mono decidió que ese no era el tipo de vida que él quería, no quería quedarse estancado en un barroco baile de máscaras que nunca termina, cuando alguien muere su disfraz se recicla y la música sigue sonando, pues lo importante es que nadie sospeche que ocurre algo. Y por eso volvió al mar, donde sólo los peces pudieran influenciarlo.


El mar era diferente de cuando él lo dejó, pues en él las ostras habían proliferado sin control, tantas eran las conchas situadas en el fondo del mar que nuestro compañero, desolado, no pudo encontrar su querida ostra natal.


No por eso se desesperó, decidió buscar una ostra mejor, una ostra que le recordara cada vez que la vida en el mar era mucho más satisfactoria que la vida en el desierto, que lo protegiera del frío existencial del oceáno. Que lo hiciera sentir vivo, y no manteniendo la vida.
No tuvo que buscar mucho, pues un precioso ejemplar le llamó la atención, Mono intentó acercarse, de manera cordial y desenfadada, pues no quería asustar a nadie, Ostra respondió al acercamiento de Mono, pero sin mostrar su interior, sólo por un momento dejó entrever algo, algo con un brillo blanquecino, impoluto. Una joya interior.


No necesitó nada más. Empieza el juego.

El nacimiento de Venus  Monus



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